CUENTO: "EL EXTRAÑO PROFE QUE NO QUERÍA A SUS ALUMNOS"
Había una vez un ladrón malvado
que, huyendo de la policía, llegó a un pequeño pueblo llamado Sodavlamaruc,
donde escondió lo robado y se hizo pasar por el nuevo maestro y comenzó a dar
clases con el nombre de Don Pepo.
Como era un tipo malvado, gritaba
muchísimo y siempre estaba de mal humor. Castigaba a los niños constantemente y
se notaba que no los quería ni un poquito. Al terminar las clases, sus alumnos
salían siempre corriendo. Hasta que un día Pablito, uno de los más pequeños, en
lugar de salir se le quedó mirando en silencio. Entonces acercó una silla y se
puso en pie sobre ella. El maestro se acercó para gritarle pero, en cuanto lo
tuvo a tiro, Pablito saltó a su cuello y le dio un gran abrazo. Luego le dio un
beso y huyó corriendo, sin que al malvado le diera tiempo a recuperarse de la
sorpresa.
A partir de aquel día, Pablito aprovechaba cualquier despiste para darle un abrazo por sorpresa y salir corriendo antes de que le pudiera pillar. Al principio el malvado maestro se molestaba mucho, pero luego empezó a parecerle gracioso. Y un día que pudo atraparlo, le preguntó por qué lo hacía:
Creo
que usted es tan malo porque nunca le han querido. Y yo voy a quererle para que
se cure, aunque no le guste.
El
maestro hizo como que se enfadaba, pero en el fondo le gustaba que el niño le
quisiera tanto. Cada vez se dejaba abrazar más fácilmente y se le notaba menos
gruñón. Hasta que un día, al ver que uno de los niños llevaba varios días muy
triste y desanimado, decidió alegrarle el día dándole él mismo un fuerte
abrazo.
En
ese momento todos en la escuela comenzaron a aplaudir y a gritar.
- ¡Don Pepo se ha hecho bueno! ¡Ya
quiere a los niños!
Y
todos le abrazaban y lo celebraban. Don Pepo estaba tan sorprendido como
contento.
- ¿Le gustaría quedarse con
nosotros y darnos clase siempre?
Don
Pepo respondió que sí, aunque sabía que cuando lo encontraran tendría que
volver a huir. Pero entonces aparecieron varios policías, y junto a ellos
Pablito llevando las cosas robadas de Don Pepo.
-
No se asuste, Don Pepo. Ya sabemos que se arrepiente de lo que hizo y que va a
devolver todo esto. Puede quedarse aquí dando clase, porque, ahora que ya
quiere a los niños, sabemos que está curado.
Don
Pepo no podía creérselo. Todos en el pueblo sabían desde el principio que era
un ladrón y habían estado intentado ayudarle a hacerse bueno. Así que decidió
quedarse allí a vivir, para ayudar a otros a darle la vuelta a sus vidas
malvadas, como habían hecho con la suya. Y así, dándole la vuelta, entendió por
fin el rarísimo nombre de aquel pueblo tan especial, y pensó que estaba muy
bien puesto.
FIN
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